Pbro. Eliomar Valera
En este Domingo XIII del Tiempo Ordinario nos adentramos en la Liturgia de la Palabra para meditar y confiar en Dios Padre, que ha creado al hombre a su imagen y semejanza, una imagen espiritual y una capacidad racional, para que viviendo desde la fe en el Creador enfrente la realidad de la vida, y viva eternamente unido a quien lo ha creado.
Esta vez nos encontramos con el libro de la Sabiduría, quien nos llama a la reflexión de nuestra existencia, a la vida y a la eternidad diciéndonos:
«Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos. Él todo lo creó para que subsistiera… Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando.»
Sb 1, 13-15; 2, 23-24
La experimenta aquel que separa la vida del Creador, y sigue caminos que lo conduce al fracaso, perdiendo la felicidad con la que Dios creo al hombre. La muerte no fue creada por Dios, quien ha dado la inmortalidad al hombre mediante su presencia, a través del soplo de vida. La vida sin Dios, sin el sentido de lo que eres, es la muerte. La vida que Dios te ha otorgado tiene la capacidad racional, la semejanza con el pensamiento divino, para que usando de la sabiduría, vivas por la presencia del Creador, quien al otorgarte la libertad desea que sepas vivir y aprendas a morir a todo aquello que te conduce a la muerte. La imagen de Dios plasmada en cada ser creado, invita al hombre afrontar la vida y la muerte desde la fe en quien da la vida.
En el caso del Evangelio que nos presenta san Marcos en el capítulo 5, 21ss, encontramos una mujer que lleva doce años con una enfermedad que trata de llevarla a la muerte, ya sin recursos económicos, con pocas fuerzas, se acerca a la fuente de la vida porque ella sabe que la vida está en Dios, mediante la persona de su Hijo, por tocar al Señor arrancándole una fuerza curativa para no morir. Cuando estamos gravemente enfermos tenemos un enemigo que se debe enfrentar, desde la fe, confiando siempre en Dios, y en quien Él pone en nuestro camino para solucionar esos momentos de nuestra existencia, con solo tocar al Señor Jesús esta mujer queda sanada, queda curada. Y el Señor la reconduce a la expresión espiritual, “Tu fe te ha curado”… «a otro le dirá tu fe te ha salvado»… y a nosotros nos llama a permanecer en la fuente de la vida, especialmente en estos momentos donde nos enfrentamos a esta amenaza terrible de la muerte creado por la invención del hombre que no entiende la omnipotencia de Dios.
En un segundo momento del Evangelio de este domingo: Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva»…. Y la expresión del Señor Jesús es clara y contundente: «No temas; basta que tengas fe», un enfrentamiento de la muerte desde el ámbito de la fe… La niña no está muerta, está dormida»… «Contigo hablo, niña, levántate»… La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años.
Jairo quien cree en Dios siente que en su religión no encuentra el horizonte de la vida por lo cual la busca en quien da vida en abundancia. Toda una expresión de fe para encontrarse con la vida y enfrentar la muerte. Mientras un poco de gente quien creen tener la verdad en sus manos, se ríen del Señor crean divisiones hacen teatros y se aprovechan para engañar a muchos. Pero la fe de esta mujer, la fe de Jairo, la fe de sus discípulos, es la fe que cura y que salva y a la cual estamos invitados los seguidores del Señor Jesús. Morir a la realidad de este mundo para gozar de la vida verdadera en el momento en que Dios nos invite a la eternidad.
«Contigo hablo, niña, levántate» (Mc 5, 41).
Pbro. Eliomar Enrique Valera García
Vicario de Pastoral y Párroco de la Parroquia Cristo Rey
geleomarv79@gmail.com